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El tercer juicio

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Los delitos cometidos en el centro clandestino de detención y tortura que funcionó en la Escuela de Mecánica de la Armada comenzaron a analizarse en dos juicios anteriores. En diciembre de 2007 se realizó el primero, con un único imputado: Héctor Febrés. Su muerte días antes de la lectura de la sentencia hizo que el juicio no pudiera continuar. El segundo juicio comenzó a finales de 2009 con los 86 casos cuya investigación había quedado suspendida por las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, de 1986 y 1987. En esa oportunidad la causa 1270 se centró en el período represivo que estuvo bajo el dominio del Grupo de Tareas de Jorge Eduardo Acosta hasta 1979, y terminó con 16 condenados y dos personas absueltas.

El juicio que termina el 29 de noviembre de 2017 es el más grande de la historia argentina. Se investigaron los delitos de lesa humanidad cometidos contra 789 personas y 54 imputados pudieron escuchar la sentencia.

La causa ESMA Unificada o Megacausa ESMA permitió desentrañar la estructura represiva de la Armada y las etapas que fue teniendo la represión criminal desde la ESMA, entre 1976 y el final de la dictadura. En el juicio ante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°5 se pudo arribar a pruebas sólidas gracias al análisis de los testimonios que se escucharon en el debate oral y el trabajo sobre los archivos de las Fuerzas Armadas y de seguridad –que fueron estudiados por los equipos de relevamiento de los ministerios de Defensa y de Seguridad y por la Comisión de Memoria Histórica de la Cancillería.

A lo largo de las audiencias del juicio se investigó la etapa en la que las denuncias en el exterior contra las violaciones a los derechos humanos en la Argentina cobraban mayor relevancia. En ese momento, la dictadura emprendió una estrategia de intervención en esa “campaña anti-argentina” a través de acciones trianguladas entre la ESMA, la Cancillería y la creación del Centro Piloto París que permitió organizar la persecución de opositores políticos fuera del país. En este juicio, además, se reconstruyó la estructura y operatoria de los vuelos de la muerte y se pudo profundizar en el funcionamiento de la ESMA como maternidad clandestina. El papel de la Iglesia católica también quedó expuesto en este juicio con la cesión, por ejemplo, de la isla El Silencio para que en 1979 el Grupo de Tareas 3.3 la utilizara para ocultar a los detenidos-desaparecidos de la ESMA durante la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. La isla fue propiedad del Arzobispado de Buenos Aires.

Las novedades que arroja este juicio afianzan la articulación entre justicia y verdad: hoy sabemos mucho más sobre el funcionamiento de la ESMA como centro clandestino de detención y tortura. La reparación de las víctimas y de la sociedad sólo es posible si el Estado cumple con las obligaciones de investigar, sancionar y reconstruir la historia.

 

 

 

Los vuelos de la muerte: solución final

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Desde los años de la dictadura se conoce la existencia de los vuelos de la muerte como el sistema para la eliminación física de las personas secuestradas. En este juicio, sin embargo, se pudo reconstruir su técnica, determinar las aeronaves utilizadas y e identificar las estructuras navales que proporcionaron los recursos materiales y humanos.

Las primeras referencias a los vuelos de la muerte fueron hechas por las sobrevivientes Sara Solarz de Osatinsky, Alicia Milia y Ana María Martí en el «Testimonio de París», en 1979. También por Horacio Maggio, que pudo escapar de la ESMA en 1978, y señaló el uso de helicópteros.

En las costas de la Argentina se encontraron pocos días después de sus secuestros entre el 8 y el 10 de diciembre de 1977 los cuerpos de Azucena Villaflor de Devincenti, Esther Ballestrino de Careaga, María Ponce de Bianco, Ángela Aguad y la monja francesa Leonie Duquet. En las playas de Uruguay también aparecieron cadáveres.

 

 

El Silencio de la Iglesia

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La responsabilidad de la Iglesia Católica se puede desagregar en: el ocultamiento de los crímenes que sabía que se cometían, el apoyo moral a los altos mandos, el aporte al sustrato ideológico de la dictadura, el suministro a las Fuerzas Armadas de la información que obtenían de los familiares que buscaban a los desaparecidos, el consuelo que dieron los capellanes a los torturadores y a los pilotos que arrojaron personas vivas al mar –»No sé si me reconfortó, pero por lo menos me hizo sentir mejor”, dijo Scilingo–.

 

 

Los medios

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El bando 19 de la Junta Militar impuso, el mismo 24 de marzo de 1976, la reclusión por diez años a quien «por cualquier medio difundiere, divulgare o propagare noticias, comunicados e imágenes  con el propósito de perturbar, perjudicar o desprestigiar la actividad de las Fuerzas Armadas, de seguridad o policiales».

Algunos medios de comunicación tuvieron un rol complaciente con la dictadura cívico-militar, otros se identificaron ideológicamente con ella. Por ejemplo, pese a que había denuncias que permitían saber o, al menos, sospechar que las personas desaparecidas estaban alojadas en la ESMA, y eran torturadas y asesinadas, los medios difundían versiones “oficiales” de los hechos que hacían pasar las muertes como enfrentamientos. Las autoridades de la Armada, mientras tanto, modificaron las estructuras y la composición del grupo de tareas de la ESMA, entre otros motivos, para enviar oficiales al exterior y paliar las consecuencias de las acciones de propaganda que exponían los crímenes.

 

 

Algunas de las 789 historias

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Dentro de los casos que representa el CELS están los secuestros y desapariciones del grupo de la Villa del Bajo Flores, en el que estaba Mónica Mignone, hija de uno de los fundadores del CELS. También representamos a las familias de Ariel Ferrari, Alcira Fidalgo, Sergio, Hugo y Betina Tarnopolsky, Blanca Edelberg, Laura Del Duca, Pablo Lepíscopo y Fernando Brodsky, de Graciela García, Marta Álvarez y actuamos como organismo de derechos humanos.

Además, como querella unificada, alegamos en representación de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, de Abuelas de Plaza de Mayo, de Isabel Teresa Cerrutti (por su compañero Ernesto Berner); Marina Girondo, Victoria Grigera Dupuy y Ramón Camilo Juárez (integrantes de H.I.J.O.S.), Javier Martín Juárez y de los querellantes patrocinados por la abogada Alcira Ríos y el abogado Pablo Llonto.

 

MÁS EN ESTA SECCIÓN
  • I. Mónica Mignone y el grupo de la villa del Bajo Flores

    Grupo de la Villa del Bajo Flores

    “Esa mañana, a las 5, empezamos a escuchar el timbre, sonaba sin parar, y escuchamos golpes en la puerta. Mis padres se despertaron y fueron hacia la puerta. Él preguntó qué pasaba y le dijeron que eran de las Fuerzas Armadas a los gritos, violentamente. Mi padre pidió ver una credencial y le mostraron una ametralladora», contó Mercedes Mignone ante el tribunal. Su hermana Mónica tenía 24 años y hacía trabajo comunitario en la villa del Bajo Flores, junto a María Marta Vásquez Ocampo y varios sacerdotes.

    A Mónica y a María Marta las secuestraron el 14 de mayo de 1976. El operativo tenía como objetivo a todo el grupo de amigos que hacía base en el Bajo Flores como parte del movimiento villero peronista.

    Mónica y María Marta se conocían desde el Colegio de la Misericordia. Su amistad se extendió a sus padres: Angélica Sosa, Emilio Mignone –fundadores del CELS–, Marta Ocampo, y José María Vásquez. Juntas conocieron a César Amado Lugones y a Horacio Pérez Weiss cuando fueron a dar catequesis y hacer trabajo social en el sur del país. María Marta y César formaron pareja y Horacio se casó con Beatriz Carbonell. La profesora de Mónica y María Marta, Mónica Quinteiro, también era del grupo, al igual que María Ester Lorusso.

    Todos fueron secuestrados y hasta el día de hoy permanecen desaparecidos.

     

  • II. Marta Álvarez: trabajo esclavo como periodista

    A Marta Álvarez le decían Peti. Era militante de la Juventud Peronista y delegada sindical en el diario La Razón. Fue secuestrada durante la madrugada del 26 de junio de 1976, de un departamento en Vicente López, junto con su compañero Adolfo Kilmann, Rita Irene Mignaco y su marido Javier Otero, quien en ese momento se encontraba haciendo el servicio militar en la ESMA.

    Marta pudo contar ante el tribunal que fue llevada a un lugar que luego identificó como la ESMA. Apenas llegó la llevaron al sótano para ser interrogada. La desnudaron, la ataron al elástico de una cama y fue torturada con picana eléctrica por Francis Whamond y Antonio Pernías, entre otros.

    Marta relató que después de un tiempo, Pernías salió de la sala de torturas y, al volver, ordenó que dejaran de torturarla porque estaba embarazada. La llevaron a “Capucha”. Allí la dejaron varios días esposada, con grilletes en los pies y encapuchada.

     

  • III. Graciela: vivir para contarlo

    Graciela García Romero estaba con una compañera en el microcentro, en Av. Córdoba y San Martín. Ella y Diana García fueron secuestrada el 15 de octubre de 1976, a las 3 de la tarde. Militaban en Montoneros y Diana estaba de novia con Miguel Coronato Paz, colaborador de ANCLA. Fueron llevadas a la ESMA. Diana sigue desaparecida.

    Graciela fue torturada, sometida a un simulacro de fusilamiento y permaneció detenida bajo condiciones inhumanas. Pernías le dijo que la estaban buscando y que sabían dónde militaba.

    Graciela también fue víctima de violencia sexual por parte de Jorge Acosta. En enero de 1977 la llevó dos veces a un departamento sin luz de Olleros y Libertador, Acosta llevaba las sábanas en una valija de cuero. Luego de violarla la regresaba a la ESMA, al sistema de grilletes, esposas y  tabique.

     

  • IV. Ariel Ferrari: acorralado por Astiz

    A Ariel Ferrari le decían “Felipe” y tenía 25 años, era militante de Montoneros, lo perseguían desde octubre o noviembre de 1976. Fue secuestrado el día 27 de febrero de 1977, cuando salió de la casa de un compañero en Villa Devoto. En esas horas fue gravemente herido y falleció camino a la ESMA.

    Antes habían hecho otros operativos en la casa de familiares de Ariel y en dos domicilios donde había vivido. Con ese escenario amenazador, la familia Ferrari y la novia de Ariel, Liliana Bietti, se exiliaron en Brasil. Ariel se negó a alcanzarlos allá; se los dijo en distintas cartas. A partir de febrero de 1977 no recibieron más correspondencia. Recién en el año 1978, Ana Villa les escribió para decirles que habían visto muerto a Ariel en la ESMA.

     

  • V. Una familia diezmada: los Tarnopolsky

    Casi toda la familia Tarnopolsky fue secuestrada por el Grupo de tareas de la ESMA. El único sobreviviente, Daniel Tarnopolsky, contó al tribunal cómo sucedieron.

    Sergio Tarnopolsky era estudiante de psicología y tenía 21 años, hacía el servicio militar obligatorio en la ESMA. Fue secuestrado ahí mismo el 13 de julio de 1976, fue sometido a torturas y permaneció detenido clandestino, en condiciones inhumanas de vida.

    Esa noche Sergio tenía que volver a su casa, pero nunca llegó. Al día siguiente, el 14 de julio, se comunicó por teléfono con su esposa para decirle que se iba a quedar de guardia. Días después, la madre de Laura, Raquel Menéndez, fue a averiguar a la ESMA por Sergio: le respondieron que no sabían nada de él.

     

  • VI. Franca Jarach: el futuro sindical

    Franca Jarach era apasionada y con mucho talento, una joven muy sensible ante la injusticia: así la describió su madre Vera. Estudiaba en el Colegio Nacional de Buenos Aires, había militado en la Unión de Estudiantes Segundarios (UES) y luego en la Juventud Trabajadora Peronista.

    La secuestraron el 25 de junio de 1976 junto a Hernán Daniel Fernández, mientras estaba en un café en Carlos Pellegrini y Av. Córdoba. La llevaron a la ESMA. Formó parte de un “traslado” en julio de 1976.

     

  • VII. Fernando Brodsky: hagan de cuenta que me fui de viaje

    Fernando Brodsky fue secuestrado junto a Juan Carlos Chiaravalle el 14 de agosto de 1979 en su casa de Vicente López. Tenía 22 años, estudiaba en la universidad y trabajaba como maestro en un jardín de infantes. Fue llevado a la ESMA, donde fue torturado. Lluego fue incluido en un traslado.

     

  • VIII. Pisco: los "traslados" del grupo Villaflor

    Le decían Pisco, por su apellido: Lepíscopo. El 5 de agosto de 1979 almorzó en la casa de sus padres, se fue por la tarde, y a eso de las 6 lo secuestraron. Tenía 24 años. Su militancia había empezado en el Nacional  Buenos Aires, en el Frente de Lucha de Secundarios (FLS). Luego pasó por el Peronismo de Base y finalmente en el grupo Villaflor, de Montoneros, junto a Fernando Brodsky.

    Ese día iba en su taxi Renault 12, con su novia, Bettina Ruth Ehrenhaus. Los dos fueron secuestrados por hombres vestidos de civil. Los golpearon, los metieron en un vehículo y les vendaron los ojos. Bettina fue liberada dos días después y se fue del país. Conocemos los hechos gracias a su relato.

     

  • IX. Alcira Fidalgo: la chica biónica

    Era poeta y dibujante, estudiaba derecho en la UBA y militaba en la  Juventud Universitaria Peronista (JUP). Alcira Graciela Fidalgo fue secuestrada el 4 de diciembre de 1977, frente a un cine de la calle Lavalle.

    Fue llevada a la ESMA; allí la torturaron. Los primeros días fue alojada en el sector conocido como «Capucha» y luego fue subida a «Capuchita». Estuvo detenida entre fines de 1977 y principios de 1978. Permanece desaparecida.

     

 

El veredicto

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El tribunal absolvió a: Juan Alemann, Ricardo Jorge Lynch Jones, Roque Ángel Martello, Rubén Ricardo Ormello, Julio Alberto Poch y Emir Sisul Hess.
Condenó a prisión perpetua a: Jorge Eduardo Acosta, Randolfo Agusti Scacchi, Mario Daniel Arru, Alfredo I. Astiz, Juan Antonio Azic, Ricardo Miguel Cavallo, Daniel Néstor Cuomo, Rodolfo Cionchi, Alejandro Domingo D´Agostino, Hugo Enrique Damario, Francisco Di Paola, Adolfo Miguel Donda, Miguel Ángel García Velasco, Pablo E. García Velasco, Alberto E. González, Orlando González, Rogelio José Martínez Pizarro, Luis Ambrosio Navarro, Antonio Pernías, Claudio Orlando Pittana, Jorge Carlos Rádice, Francisco Lucio Rioja, Juan Carlos Rolón, Néstor O. Savio, Hugo Sifredi, Carlos Guillermo Suárez Mason, Gonzalo Torres de Tolosa, Eugenio Vilardo y Ernesto F. Weber.
A la pena de 25 años de prisión a Juan Carlos Fotea.
A 20 años a Rubén Oscar Franco.
A 17 años a Eduardo Aroldo Otero.
A 16 años a Guillermo Pazos.
A 15 años a Carlos Octavio Capdevila.
A 14 años a Víctor Roberto Olivera y a Jorge Luis Magnacco (le unificaron la condena con las anteriores y se le impuso una pena de 24 años).
A 13 años a Juan Arturo Alomar.
A 12 años a Carlos Eduardo Daviou y a Jorge Manuel Díaz Smith.
A 11 años a Héctor Francisco Polchi.
A 10 años a Daniel Humberto Baucero y a Antonio Rosario Pereyra.
A 8 años y 6 meses a Paulino Oscar Altamira.
A 8 años de prisión a Julio César Binotti, Juan de Dios Daer, Miguel Enrique Clements, Mario Pablo Palet y Miguel Ángel Alberto Rodríguez.

 

 

Cierre: palabras de Vera Jarach en el juicio

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Sabemos que Verdad, Justicia y Memoria son las mejores garantías para el Nunca Más… Con nuestro empeño de Memoria, tratamos de que estas tragedias no caigan en el olvido y permitan, por el contrario, reconocer síntomas de repetición… ya que la Historia nos enseña que lo que sucedió una vez desgraciadamente puede repetirse. Lo ejemplifica mi propia vida, con las analogías de dos historias, la de mi abuelo materno, deportado y muerto en Auschwitz y la de mi hija muchos años después, en la ESMA, dos campos de concentración emblemáticos, cámaras de gas y vuelos de la muerte, no hay tumbas, hay heridas que no cierran, sin duelo posible. Y muchas otras similitudes en la ferocidad y la voluntad no solo de matar sino de borrar todo rastro. Esto último no lo lograron ni lo lograrán mientras vivamos y la Justicia cumpla su cometido dejando marcas éticamente indelebles.