La persecución avanza

La criminalización selectiva da un mensaje político: quienes disienten con este gobierno van a sufrir represalias, incluso cárcel. Quienes lo apoyan, pueden hacer y decir cualquier cosa.

El encarcelamiento de Alesia Abaigar no es un hecho aislado. Es parte de un esquema de persecución política impulsado por el gobierno de La Libertad Avanza. Ese despliegue tiene vías distintas: el uso arbitrario y desproporcionado del sistema penal, el hostigamiento en redes sociales, el uso de inteligencia artificial para crear noticias falsas y desprestigiar voces críticas, el ciberpatrullaje ideológico a “amenazas”. El punto en común es el uso de  los recursos del Estado para amedrentar, disciplinar, silenciar y generar de esa forma una discusión pública cada vez más desigual. También es un hecho de criminalización selectiva, por eso el mensaje es político: quienes disienten con este gobierno van a sufrir represalias, incluso cárcel. Quienes lo apoyan, pueden hacer y decir cualquier cosa. 

En el caso de Abaigar, una contravención menor -en el caso de que se pudiera comprobar su participación en el escrache a Espert- pasó a ser desestabilización o violencia política. La consecuencia de eso es que hace días que está detenida, pasó 48 horas incomunicada y fue trasladada a una cárcel federal, como si se tratara de una detenida de máxima peligrosidad. Esa respuesta desproporcionada vulnera garantías básicas. 

La participación, la opinión y la expresión están cada vez más amenazadas. El ministerio de Seguridad está implementando el ciberpatrullaje bajo definiciones tan ambiguas de “amenaza”, que afecta la libertad de expresión en redes y nuestra privacidad digital. Las amenazas que realmente circulan -de funcionarios de gobierno y milicias digitales libertarias- se instalan, en cambio, como una cultura política que empieza a normalizarse y que, a medida que avanza, desgasta la vida democrática.

El poder judicial episódicamente colabora con sectores políticos oficialistas para estirar tipos penales y reinterpretar de manera cada vez más restrictiva el derecho a la protesta. Ocurrió con el encarcelamiento de Milagro Sala, las detenciones del 8 de marzo de 2017, del 12 de junio de 2024, entre muchas otras. Bajo esta lógica, manifestarse, criticar, ironizar o recurrir al humor político puede ser considerado delito. Hay un rol central de jueces y fiscales en evitar que el derecho penal se transforme en la herramienta de una política autoritaria. Y al sistema político, social, sindical, cuidar las instituciones pasa hoy, además, por no dejarse intimidar, denunciar y visibilizar este tipo de arbitrariedades, independientemente del espacio al que se pertenezca.